Queridos hermanos en el Señor, el
próximo fin de semana tendremos un evento importante aquí en la parroquia, un
evento que nuestros hermanos de la comunidad italo-americana han organizado
para recaudar fondos para sostener nuestra comunidad parroquial. Yo estoy muy
agradecido con ellos por la dedicación y el esfuerzo que han puesto en éste
evento. Ellos han trabajado muy duro. Al mismo tiempo yo he estado dando
vueltas en mi cabeza a una de las frases del salmo 127: si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles.
Todo eso que hacemos por el bien de nuestra parroquia solamente tiene sentido si Jesús está en el centro,
si buscamos que sea para él toda la gloria. Mis querido hermanos, yo los invito
hoy domingo, día del Señor, a que reflexionemos juntos sobre ésta idea. Si
Jesús no es el centro de nuestra atención, si no mantenemos una conversación
constante con él, nada de lo que hacemos tiene sentido, y poco a poco nos vamos
convirtiendo no en una comunidad parroquial sino en un organismo filantrópico
que ayuda a los demás (a veces) pero que no adora al Señor. Nosotros somos una
comunidad de pecadores: todos cometemos errores; todos nosotros tenemos pecados
(el primero que comete errores es casi siempre el párroco! porque es humano),
pero nosotros nos reunimos para recibir el perdón del Señor, para recibir el
cuerpo y la sangre, y para crecer como hermanos y hermanas y como comunidad.
Nuestros eventos (el próximo y los otros eventos que vengan después) serán
exitosos si, primero, nuestra celebración de la Eucaristía es exitosa, es
decir, si nosotros nos preparamos
mejor; si nosotros ponemos más atención a las lecturas, si nosotros cantamos
con más entusiasmo. En menos palabras: si ponemos más amor en nuestra liturgia.
Somos humanos y la liturgia es el puente que nos conecta con Dios y con el
cielo. Los espaguetis con una espléndida salsa boloñesa son algo maravilloso, y
desde luego nosotros tendremos un gran evento, pero el mejor condimento para ésa
cena será nuestro amor por la Eucaristía, nuestro amor por la liturgia, nuestro
sentido de pertenencia a una comunidad parroquial, nuestro amor por los demás y
nuestra unidad. Vamos a pensar en esto durante éste fin de semana y los
primeros días de la próxima, para que nosotros podamos servir en un ambiente de
alegría y fraternidad pero sobre todo de comunión y de amistad con el Señor. P.
Agustín, párroco.
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