Hacia dónde va la Iglesia Católica? ¿Cuál es el trabajo o el ministerio
más importante los sacerdotes dentro de la Iglesia? ¿Qué intenciones tiene el
Santo Padre en su corazón? Con toda seguridad son preguntas que nos hemos hecho
en algún momento en los últimos días o en los últimos meses en alguna parte importante
de nuestro caminar cristiano (y si no nos las hemos hecho, hoy es un buen
momento). Estupendas respuestas y una gran cantidad de temas y de ideas podemos
encontrar en la lectura pausada de la reciente entrevista que Su Santidad el
Papa Francisco concedió hace pocos días a la revista La Civiltà Cattolica. Desafortunadamente en algunos medios
informativos se han difundido interpretaciones arbitrarias sobre esta
entrevista. De un texto que ocupa cerca de treinta páginas se han entresacado
sólo unas líneas para querer distorsionar el verdadero sentir del Santo Padre,
que no difiere, por mucho que les pese a quienes tratan de confundir a la
opinión pública, de lo que la doctrina de la Iglesia establece como normas de
conducta moral. Sí es verdad que el Papa Francisco hace hincapié en resaltar
que la Iglesia ha de ser misericordiosa con todos y ha de esforzarse en curar
heridas, pero eso no significa que haya de aceptar como buenas ciertas
prácticas o conductas contrarias a la moral católica. Concretamente, y como
ejemplo, después de esta entrevista, tuvo un encuentro con ginecólogos
católicos en el que les animó a respetar la vida en todas sus fases,
recordándoles que la cultura de la vida es una verdadera y específica prioridad
del magisterio de la Iglesia. Este Papa es un hombre maravilloso, un hombre de
Dios. Leo la entrevista una vez más y pienso que estamos ante un hombre que le
está haciendo mucho bien a la Iglesia y los que se acercan a la Iglesia buscando
algún calor y consuelo. Me decía un amigo hace unos días que el Espíritu Santo
se está luciendo con los últimos Papas. Es verdad. Él tiene razón. Con sus
palabras, pero mucho más con sus obras, su actitud y su cercanía de padre y
pastor, el Papa Francisco nos está enseñando que la primera misión de la
Iglesia es predicar al mundo que ya estamos salvados. Lo dice en la entrevista
(a la que remito a los lectores de éstas líneas[1]),
en un párrafo que resulta conmovedor y entrañable: «La Iglesia a veces se ha
dejado envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Cuando lo más
importante es el anuncio primero: ‘¡Jesucristo te ha salvado!’. Y los ministros
de la Iglesia deben ser, ante todo, ministros de misericordia». Eso: ministros de la misericordia ¡todos
estamos tan necesitados de ella! Desde luego siempre habrá quien se deje
envolver por pequeñeces, pequeños preceptos absurdos o cumplimientos
puntillosos. Es importante que no perdamos de vista nunca lo esencial del anuncio
evangélico y que nos apoyemos en él para seguir caminando ésta vida que Dios
nos ha dado: amó tanto Dios al mundo que
dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no se pierda, sino que
tenga vida eterna[2]
■ p. Agustín, párroco.
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