Queridos hermanos en el Señor, este domingo continuamos
hablando del tema de la educación de la libertad, especialmente en la
espiritualidad de los hijos. Respetar a los hijos no significa dar por válido
todo lo que ellos piensen o hagan. Los papás deben dialogar sobre lo bueno y lo
mejor, y muchas veces deberán corregir con energía. El amor de un padre por su
hijo desea el bien del hijo, desea que el hijo dé lo mejor de sí, que alcance
la felicidad. Una conducta correcta en los hijos suele ser resultado de muchas
correcciones, y éstas serán más eficaces si se administran con sentido
positivo, poniendo sobre todo de relieve lo que se puede mejorar en el futuro;
y deben hacerse con cariño. Por otro lado, los papás deben educar en un clima
de confianza. La confianza nos mueve a obrar; nos paraliza, en cambio, sentir
que desconfían de nosotros. Confiar significa tener fe, dar crédito a alguien.
La confianza que se da al otro suele provocar un doble efecto: de manera
inmediata, un sentimiento de gratitud, porque se sabe beneficiado por un don; y
además la confianza favorece el sentido de responsabilidad. Quien me pide algo
importante espera que yo se lo dé, porque ya confía en que puedo dárselo: tiene
de mí un concepto elevado. Si esa persona se fía de mí, me siento movido a
satisfacer sus expectativas, a responder de mis actos. Gran parte de lo que
pueden hacer los papás depende de cuánto han sabido suscitar esta actitud en
sus hijos; por eso insistimos en que los padres han de ganarse la confianza de
sus hijos, dándosela ellos primero. A ciertas edades tempranas, conviene
estimular el uso de su libertad; por ejemplo, han de pedirles cosas, y dar
explicaciones sobre lo bueno y lo malo. Pero esto carecería de significado si
faltara la confianza. La confianza se da, se logra, se genera; no se puede
imponer, ni exigir. Los papás se hacen dignos de confianza por su ejemplo de
integridad, dando buen ejemplo a los hijos; poco a poco se adquiere la autoridad moral necesaria para
educar la libertad y la espiritualidad, la relación con Dios y con la Iglesia. Este
domingo nos podemos pensar cómo mejorar el ambiente de confianza y libertad en
la familia y qué estamos haciendo para que la vida espiritual cada vez sea más
fuerte en la familia, en cada uno de sus miembros ■ P. Agustín
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