Queridos
hermanos en el Señor, en la edición en inglés de éste insert en el boletín de
la parroquia hablaremos a lo largo de las siguientes semanas sobre la
importancia de la Misa, reflexionando en la importancia de educar a los hijos
en la libertad en las cosas del espíritu. Dios ha querido crear seres libres, con
todas sus consecuencias y como un buen padre, nos ha dado la ley moral puesta
en nuestro corazón para que podamos utilizar correctamente la libertad. De
algún modo, se puede decir que el Dios Padre ha aceptado someter sus propios
designios a la aprobación del hombre; que Dios condesciende con nuestra
libertad, con nuestra imperfección, porque prefiere nuestro amor libremente
entregado a la esclavitud de un títere; prefiere el aparente fracaso de sus
planes a poner condiciones a nuestra respuesta. El sacrificio de la Cruz es la
muestra más grande de hasta qué punto Dios está dispuesto a respetar la
libertad humana; y si Él llega a esos extremos ¿quién soy yo para no hacerlo?
En otras palabras: querer a los hijos es querer su libertad. Del mismo modo que
una planta no crece porque la estire o le grite el jardinero, sino porque hace
suyo el alimento, la luz del sol, el aire, etc. así el ser humano progresa en
la medida en que asume libremente el modelo que inicialmente recibe de Dios y
de los papás en casa, en la parroquia y algunas veces en la escuela. Por eso, «los padres que aman de verdad, que buscan
sinceramente el bien de sus hijos, después de los consejos y las
consideraciones oportunas, han de retirarse con delicadeza para que nada
perjudique el gran bien de la libertad, que hace al hombre capaz de amar y de
servir a Dios. Los papás deben recordar que Dios mismo ha querido que se le ame
y se le sirva en libertad, y respeta siempre nuestras decisiones personales». Día a día los papás han de saber invitar
a sus hijos a usar de sus capacidades, de modo que crezcan como personas de
bien. Deben invitarlos a que cultiven su alma y su espíritu. Quizá se presenta
una buena ocasión cuando piden permiso para determinados planes; entonces,
puede ser oportuno responder que es él –el hijo o la hija- quien ha de decidir
tras meditar todas las circunstancias del caso y decidir si le conviene o no ir
a ése lugar, gastar ése dinero, etc. Qué importante es que los papás enseñen a
los hijos la importancia de cuidar la vida espiritual y de alimentar
diariamente su alma. Seguiremos hablando de esto en las próximas semanas ¡hay
mucho qué pensar! ■ P.
Agustín
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