sábado, 26 de octubre de 2013

Fariseos y publicanos; pecadores y apariencias

Queridos hermanos en el Señor, este fin de semana es oportuno y adecuado para hablar de fariseos y publicanos, de pecadores y apariencias. Vamos a decir la verdad: los fariseos tienen una mala reputación, es decir, siempre a la defensiva, siempre lanzando un montón de preguntas difíciles al señor, sin embargo muchos eran gente decente: Nicodemo era un fariseo. San Pablo era un fariseo y estaba orgulloso de ello. El fariseo del que oiremos en el evangelio de hoy es una verdadera "persona difícil": no reza, solo habla consigo mismo: “Te agradezco Señor que yo soy, no como el resto de personas. Ladrones, injustos, adúlteros....”, demasiado bueno para ser verdad, ¡sin defectos! Sin embargo con su actitud revela lo que es por dentro: Vanidoso, criticón y con un gran desprecio hacia los demás. El otro hombre consciente de que está contaminado por el pecado, lo sabe y lo dice y habla con Dios e invoca su perdón. En La Lista de Schindler, la gran película, se cuenta la historia de un hombre de negocios alemán un poco pícaro pero que puso toda su energía en salvar judíos de los campos de exterminio. Hay un incidente impresionante en el libro que inspiró ésta película. Cuando Alemania ocupada Polonia, la Gestapo rodeó la sinagoga Stara Boznica, la sinagoga más antigua de Varsovia. Allí encontraron a un grupo de judíos ortodoxos, hombres buenos. Entre ellos estaba Max Redlicht, un judío de nacimiento pero que había dejado de practicar, una figura en el mundo subterráneo de Varsovia. Los nazis abrieron  el arca que albergaba los rollos sagrados de la Torá y los pusieron en el suelo, ordenando a los que estaban ahí que desfilaran por delante y escupieran sobre los libros sagrados o de lo contrario pagarían con su vida. Al final todos lo hicieron, excepto Max Redlicht. Cuando llegó su turno, se acercó y dijo: “No. No voy a hacer esto; he hecho muchas cosas en mi vida, pero no voy a hacer esto”. El oficial nazi le disparó y luego quemaron la sinagoga... ¿A quién nos identificamos? ¿Con el pecador en el Evangelio, con Max Redlicht el notorio criminal, con Oskar Schindler, el empresario deshonesto, o con el fariseo autosuficiente? Meditemos un momento en éste fin de semana y terminemos nuestra oración con un acto de contrición profundo y sincero P. Agustín

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