Queridos hermanos en el Señor, este domingo continuamos
hablando del tema de la educación de la libertad, especialmente en la
espiritualidad de los hijos. Respetar a los hijos no significa dar por válido
todo lo que ellos piensen o hagan. Los papás deben dialogar sobre lo bueno y lo
mejor, y muchas veces deberán corregir con energía. El amor de un padre por su
hijo desea el bien del hijo, desea que el hijo dé lo mejor de sí, que alcance
la felicidad. Una conducta correcta en los hijos suele ser resultado de muchas
correcciones, y éstas serán más eficaces si se administran con sentido
positivo, poniendo sobre todo de relieve lo que se puede mejorar en el futuro;
y deben hacerse con cariño. Por otro lado, los papás deben educar en un clima
de confianza. La confianza nos mueve a obrar; nos paraliza, en cambio, sentir
que desconfían de nosotros. Confiar significa tener fe, dar crédito a alguien.
La confianza que se da al otro suele provocar un doble efecto: de manera
inmediata, un sentimiento de gratitud, porque se sabe beneficiado por un don; y
además la confianza favorece el sentido de responsabilidad. Quien me pide algo
importante espera que yo se lo dé, porque ya confía en que puedo dárselo: tiene
de mí un concepto elevado. Si esa persona se fía de mí, me siento movido a
satisfacer sus expectativas, a responder de mis actos. Gran parte de lo que
pueden hacer los papás depende de cuánto han sabido suscitar esta actitud en
sus hijos; por eso insistimos en que los padres han de ganarse la confianza de
sus hijos, dándosela ellos primero. A ciertas edades tempranas, conviene
estimular el uso de su libertad; por ejemplo, han de pedirles cosas, y dar
explicaciones sobre lo bueno y lo malo. Pero esto carecería de significado si
faltara la confianza. La confianza se da, se logra, se genera; no se puede
imponer, ni exigir. Los papás se hacen dignos de confianza por su ejemplo de
integridad, dando buen ejemplo a los hijos; poco a poco se adquiere la autoridad moral necesaria para
educar la libertad y la espiritualidad, la relación con Dios y con la Iglesia. Este
domingo nos podemos pensar cómo mejorar el ambiente de confianza y libertad en
la familia y qué estamos haciendo para que la vida espiritual cada vez sea más
fuerte en la familia, en cada uno de sus miembros ■ P. Agustín
(the first -God- you need Him to be alive; the second -your pastor- takes you on the road of life; and the third -coffee- ...could you live without it?)
jueves, 22 de agosto de 2013
Little Italy San Antonio
A few days ago (Friday, August 16 at 11:00a.m.) we held an event that while not officially part of our parish community, some of our parishioners are involved on it, and I am glad. This is something that will certainly be important to our community. I am talking about the ground breaking for Little Italy San Antonio (L.I.S.A.). Today I would like to invite my parishioners to pray, that this project will be always directed with wisdom and prudence and for the benefit of all ■ Fr. Agustin.
jueves, 15 de agosto de 2013
Is the Mass something really boring? (I)
Why is it that some people say that Mass is
boring? Is the Mass boring? I’m sure everyone reading today’s insert
has an opinion on this question. This question seems to plague parents in
particular when trying to get their teenage children to attend Mass with them.
Often the response by many parents is, “I don’t care if you think it’s boring
you’re going to Mass anyway.” This answer is usually more effective with
younger children, but hardly every satisfies a teenager. In many cases with
teenagers a parent just decides that it is too much trouble to try to get their
teenager to Mass, and so they go without them. “The music is so boring.” parents might hear. “The readings
are ancient and are talking about shepherds and kings; we live in the world of iPads, Facebook and YouTube”. If
this is the case then it is no wonder that it is difficult to get young people
excited about going to Mass. But this is not just a problem that teenagers
struggle with. How often do we say to ourselves, “I really don’t want to go to
Mass today; Father never says anything that I understand.” Or maybe it is,
“Well, the football game is at 11.00pm, and Mass gets over at 11:15, so maybe
I’ll just leave right after communion.” How often do we grudgingly go to Mass
just because we don’t want to feel guilty for missing it? How often have we
attended Mass and just felt like we just didn’t get anything out of it. “What a waste of time” we might be
secretly thinking, although we might never verbalize it. The answer that we
might have for this dilemma could be, “Well, if the Mass was just a little more
engaging, and a little less boring, then maybe I would actually like going to
Mass”, “If only we had a more experienced priest then we could get into some
real life homilies.” I use these examples because these are some of the most common
complaints about the holy Mass, but the list is almost infinite. So where is the problem and where is the
solution to this problem? Is it the holy Mass really boring? Is it wrong to
ask this question? Should we just go to Mass and accept that it is boring? Is it that we are not supposed to like
Mass; we are just supposed to go regardless of what it does for us? We will
continue talking about this, meanwhile please think about this and of course do
not miss the next God, a pastor and a
good coffee ■ Fr. Agustin.
...como se cuida una planta...
Queridos
hermanos en el Señor, en la edición en inglés de éste insert en el boletín de
la parroquia hablaremos a lo largo de las siguientes semanas sobre la
importancia de la Misa, reflexionando en la importancia de educar a los hijos
en la libertad en las cosas del espíritu. Dios ha querido crear seres libres, con
todas sus consecuencias y como un buen padre, nos ha dado la ley moral puesta
en nuestro corazón para que podamos utilizar correctamente la libertad. De
algún modo, se puede decir que el Dios Padre ha aceptado someter sus propios
designios a la aprobación del hombre; que Dios condesciende con nuestra
libertad, con nuestra imperfección, porque prefiere nuestro amor libremente
entregado a la esclavitud de un títere; prefiere el aparente fracaso de sus
planes a poner condiciones a nuestra respuesta. El sacrificio de la Cruz es la
muestra más grande de hasta qué punto Dios está dispuesto a respetar la
libertad humana; y si Él llega a esos extremos ¿quién soy yo para no hacerlo?
En otras palabras: querer a los hijos es querer su libertad. Del mismo modo que
una planta no crece porque la estire o le grite el jardinero, sino porque hace
suyo el alimento, la luz del sol, el aire, etc. así el ser humano progresa en
la medida en que asume libremente el modelo que inicialmente recibe de Dios y
de los papás en casa, en la parroquia y algunas veces en la escuela. Por eso, «los padres que aman de verdad, que buscan
sinceramente el bien de sus hijos, después de los consejos y las
consideraciones oportunas, han de retirarse con delicadeza para que nada
perjudique el gran bien de la libertad, que hace al hombre capaz de amar y de
servir a Dios. Los papás deben recordar que Dios mismo ha querido que se le ame
y se le sirva en libertad, y respeta siempre nuestras decisiones personales». Día a día los papás han de saber invitar
a sus hijos a usar de sus capacidades, de modo que crezcan como personas de
bien. Deben invitarlos a que cultiven su alma y su espíritu. Quizá se presenta
una buena ocasión cuando piden permiso para determinados planes; entonces,
puede ser oportuno responder que es él –el hijo o la hija- quien ha de decidir
tras meditar todas las circunstancias del caso y decidir si le conviene o no ir
a ése lugar, gastar ése dinero, etc. Qué importante es que los papás enseñen a
los hijos la importancia de cuidar la vida espiritual y de alimentar
diariamente su alma. Seguiremos hablando de esto en las próximas semanas ¡hay
mucho qué pensar! ■ P.
Agustín
Sólo la Niña aquella, la Niña inmaculada,
la Madre que del hijo recibió su hermosura,
la Virgen que le dice a su Creador criatura,
sólo esa Niña bella al cielo fue elevada.
Los luceros formaron innumerables filas,
tapizaron las nubes el cielo en su grandeza;
y aquella Niña dulce de sin igual belleza
llenaba todo el cielo con sus claras pupilas.
Nuestro barro pequeño, de nostalgia extasiado
ardientemente quiere subir un día cualquiera
al cielo, dónde el barro de nuestra Niña espera
purificar en gracia nuestro barro manchado.
Amén.
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